San Bernardo de Claraval

Nació en el año 1090, en Fontaine, cerca de Dijon, Francia y murió en Claraval el 21 de agosto de 1153.

Bernardo, tenía gran inclinación a la literatura y se dedicó algún tiempo a la poesía. Su gran deseo era progresar en literatura con vistas a abordar el estudio de la Sagrada Escritura para hacerla su propia lengua, como así fue. Además, tenía una devoción especial a la Santísima Virgen.

En 1112, Bernardo, se presentó en el monasterio de Cîteaux, lugar en el que permaneció durante tres años, hasta que el abad San Esteban Harding, lo enviara al frente de un grupo de monjes para fundar una nueva comunidad en el Valle de Absinthe o Valle de la Amargura, en la Diócesis de Langres. Bernardo lo llamó Claire Vallée, de Clairvaux (Claraval), el 25 de Junio del año 1115, y los nombres de Bernardo y Claraval son inseparables desde entonces.

San Bernardo de Claraval, fue una figura poderosa en la Europa occidental del siglo XII por su prestigio espiritual. Su fuerza fue su fe sin sombra y su voraz amor al prójimo. Además, poseía gran elocuencia, lo que le permitió ganar el favor tanto de multitudes como de papas, príncipes, emperadores y reyes.

Se caracterizó por luchar contra la tendencia fatal al enriquecimiento. No aprobaba los lujos de la arquitectura ni de la orfebrería. Tampoco las compras, copias o ilustraciones de manuscritos, pues fue enemigo del renacimiento intelectual de su tiempo, de la escolástica de Abelardo, del estudio de autores paganos. Para él había un único maestro: Cristo, y una única ciencia: la de Dios o de la caridad, por lo que opinaba que todos (desde el papa hasta el más humilde sacerdote) debían servir a Dios con la palabra, la oración, el ejemplo.

Imagen de San Bernardo de Claraval.

Imagen de San Bernardo de Claraval.

Fuentes
Enciclopedia Católica online. En: http://ec.aciprensa.com/wiki/San_Bernardo_de_Claraval#.U4o8ePmSxe8
Canu, J. (1961). Las Órdenes Religiosas Masculinas.

Documentos Cistercienses

Las normas esenciales de la vida cisterciense están contenidas en 3 documentos: el Exordium Parvum, el Exordium Cistercii y la Carta Caritatis en sus diferentes redacciones.

El capítulo XV del Exordium Parvum, titulado Instituta monachorum cisterciensium, que estuvo encabezado por el Abad Aubri (s. XII), contiene una serie de normas que definen el carácter específico de la Nueva Orden. Entre ellas están las siguientes: Se exige la plena observancia de la regla de San Benito. Así, los monasterios no pueden poseer parroquias, ni hallar en ellas fuentes de ingreso en forma de diezmos. Tampoco pueden poseer en propiedad hornos, molinos o siervos, instrumentos de explotación señorial y no de vida religiosa. Han de contar con su trabajo o con el de los hermanos conversos, y estarán dispuestos a acortar el tiempo dedicado a los oficios divinos o a reducir el esplendor de los mismos, cuando así lo aconseje la penuria de medios financieros. En ese sentido, ya no se tendrán cálices de oro: serán de plata. Las cruces y candelabros ya no serán de plata: el cobre para éstos y la madera para aquellas permitirán tener con qué pagar el trabajo de los obreros laicos, con lo cual los monjes tendrán más tiempo para Dios y para roturar mayores extensiones de terreno. También contenía normas en relación al vestido y la alimentación, y normas que establecen los recursos de los que vivirán los monasterios, que son los propios de una gran explotación: tierras, viñedos, presas, molinos, rebaños.

Con respecto al Exordium Cistercii, éste dedica veinticuatro capítulos para delinear las normas generales que regularán la vida de la Orden. Estas normas, sin embargo, son apenas un resumen de la Carta de Caridad, redactada bajo los auspicios de Abad Esteban.

 

Fuentes

García, J.; de Aguirre, R. y Teja, R. (2008). Monasterios cistercienses en la España medieval. España: Fundación Santa María La Real/Centro Estudios del Románico.

Canu, J. (1961). Las Órdenes Religiosas Masculinas.

Antecedentes de la Orden de Cluny

A la muerte de San Benito, solamente tres monasterios (Subiaco, Monte Cassino y Terracina), habían adoptado su regla, que no era sino una de tantas hacia mediados del siglo VI. Treinta años más tarde, las invasiones lombardas no habían dejado subsistir nada de ellos. Pero tales destrucciones abrirían al monaquismo benedictino un magnífico porvenir. Los pocos desdichados monjes que los bárbaros habían dejado con vida se refugiaron en Roma, cerca del palacio de Letrán, donde residía entonces el Papa. Uno de ellos, unos diez años después, era elegido Papa con el nombre de Gregorio I. Fue él quien aseguró el triunfo de la regla de San Benito sobre todas las otras reglas.

Con el paso del tiempo, muchos monasterios se desviaron de la regla debido a la intervención de algunos emperadores, como fue el caso de Pepino el Breve y Carlomagno. Algunos discípulos de San Benito se dieron cuenta de que eso se apartaba de la regla y del ideal de San Benito.

San Benito de Nursia

San Benito de Nursia

Cada monasterio, amenazado por la codicia de los invasores o de los señores locales, se convirtió en una potencia feudal. Ante ese panorama era necesaria una reforma. Ésta fue la obra de Cluny, que, en sus inicios, era un simple monasterio benedictino entre tantos, establecido en 910 en lo hondo de un valle de Borgoña por Guillermo de Aquitania, pero pronto encontró la manera de substraerse a toda dependencia, tanto del poder laico como el de los obispos locales.

Lo que ayudó todavía más a la rápida irradiación de Cluny fue una larga sucesión de abades que se distinguieron por su autoridad, por su piedad y hasta por su longevidad: San Bernón (910-926), San Odón (926-942), San Mayolo (954-994), San Odilón (994-1049), San Hugo (1049-1109), Pedro el Venerable (1122-1156).

La reforma que Cluny preconiza y lleva a la práctica es el retorno a la regla del fundador, la observancia estricta por todos los religiosos de los votos de castidad, obediencia y estabilidad, la práctica del estudio y de la oración frecuentes, reducción del trabajo manual y la tendencia a conceder menos importancia que hasta entonces al trabajo intelectual de los monjes. En contrapartida, los oficios divinos deben ser celebrados con toda solemnidad y con el máximo esplendor posible.

Fuente:

Canu, J. (1961). Las Órdenes Religiosas Masculinas.

Audiencia del Papa sobre la Orden de Cluny

Audiencia realizada por el Papa Benedicto XVI, donde señala la gran importancia de la orden de Cluny. Este fue un movimiento monástico de la Edad Media, fundado hace alrededor de 1100 años atrás. Se encargó de velar tanto por los bienes del espíritu como de restaurar los preceptos de la regla Benedictina.

A su vez instauró a la celebración litúrgica como eje de la vida cristiana, haciendo partícipe de esta a la música sacra, la arquitectura y el arte.

Muy pronto este movimiento dio origen a casi 1200 monasterios en diversos países de Europa. Los monasterios al ser liberados de la intromisión de las autoridades locales, fomentaban una mayor estima por el celibato y la moralidad de los sacerdotes.

Los monjes de Cluny tenían especial cuidado por los necesitados, la educación y la cultura, cuando aún no existían instituciones para ello y propiciaban espacios de paz en una época de mucha violencia. Esto permitió abrir las puertas al reconocimiento del valor de la persona humana y a la necesidad de dar paz.

Fuente

Documento recogido del sitio web YoutubeRecuperado de: El Papa dedica la audiencia a la Orden de Cluny

Estilo de Vida Cisterciense

Una de las características originales de la vida cisterciense es su afán por potenciar, junto al espíritu contemplativo, la dimensión fraterna de sus miembros, es decir, la caridad.
Para lograrlo, ellos incitan a sus miembros a buscar a Dios y a seguir a Cristo, siempre teniendo presente la Regla de San Benito, la que les indica que deben vivir con sobriedad y sencillez.

Otra característica de la orden es el gran trabajo que se realiza por mostrar la presencia de Dios en el mundo. Los monjes cistercienses, para llevar a cabo ese trabajo, deben estar alimentados por la eucaristía, la lectio divina (lectura de los textos sagrados) y la oración en todas sus formas, especialmente la oración contemplativa, callada y solitaria.

Paralelo a la lectura y a la oración, los monjes dedicaban tiempo al trabajo manual. Para ellos el trabajo es la ocasión que tienen de participar en la obra divina de la creación y es su manera de comprometerse con Cristo. Además, lo interpretaban como un medio para servir a la sociedad y manifestar solidaridad con los necesitados.

Toda su actividad se desarrolla en ocho momentos que son característicos en la vida monacal:

  • Maitines, (oficio nocturno) entre las 2 y 3 de la mañana.
  • Laudes, al amanecer.
  • Prima, (al salir el sol) al principio de la jornada.
  • Tercia, por la mañana.
  • Sexta, (a mediodía) a mitad de la jornada.
  • Nona, después de comer.
  • Vísperas, al final del día.
  • Completas, antes del descanso nocturno.

    Monje cisterciense leyendo escritura sagrada

La vida de los monjes cistercienses se caracterizó por ser una vida de soledad y de comunidad, donde el silencio y el diálogo se daban en perfecto equilibrio, lo que ayudaba a formar su dimensión espiritual.

Ejemplo de devoción cisterciense

Fuente

Documento recogido del sitio web de la Asociación Internacional de Comunidades Laicas CisterciensesRecuperado de: Fraternidad cisterciense

 

Origen de la Orden Cisterciense

En la historia de las religiones, se ha tratado de retornar a los orígenes. Uno de estos casos es lo que ocurre en Francia a finales del siglo XI, lugar donde se gestaba el periodo de gran riqueza en los monasterios de la orden de Cluny.

Si bien la orden cluniacense se regía por la norma de San Benito, donde la pobreza era uno de sus principios, esto no concordaba con lo que sucedía en los monasterios, donde existían grandes lujos tanto en los palacios y por parte de los señores feudales (abades).

Es así como muchos consideran el actuar de los cluniacenses como una desviación a las normas benedictinas y que se debía retornar a los inicios de la doctrina.

Es en 1098 en la región de Borgoña, donde aparece la figura de Roberto, quien junto a sus discípulos se retira a un sector apartado de nombre Cîteaux (Císter), para poder así llevar una vida monacal.

Posteriormente, Alberico, sería quien lo sustituyese. Luego es el turno de San Esteban Harding, quien prosigue con la obra, otorgando al Císter la Carta Charitatis, la cual tiene como objetivo retornar a la fuente, primando la austeridad de antaño de la Orden Benedictina.

Imagen

San Esteban Harding
Monje y tercer cofundador de la Orden del Císter

Sin embargo, es en el siglo XII con San Bernardo, cuando la orden del Císter se desarrolla de manera plena.

Fuente

Documento recogido del sitio web ArteguíasRecuperado de: Monasterios Románicos, la Orden del Císter.

Origen de la Orden Cluniacense

La orden de Cluny nació con el propósito de retornar a los ideales benedictinos. Su abadía fue fundada en Francia en el año 910.

Cuenta la historia que Guillermo I, Conde de Mâcon que se hacía llamar Duque de Aquitania, concedió -en el año 909- una propiedad cerca de la ciudad de Mâcon a Bernón, abad en ese entonces de la abadía de Baume, para que fundara un monasterio.

Guillermo I

Guillermo I. Fundador de la Abadía de Cluny.

Guillermo explica los motivos de su donación en el siguiente fragmento escrito por él: 

«Está claro para todos los que tienen la capacidad de considerar sanamente las cosas, que la disposición de Dios ha decidido para los ricos, que de los bienes que poseen transitoriamente, de ellos harán buen uso y así puedan conseguir los bienes que siempre permanecerán… Por ello yo, Guillermo, por el don de Dios, Conde y Duque, considerando con solicitud, y queriendo proveer para mi salvación, he considerado bien hecho y también absolutamente necesario confiar para provecho de mi alma una parte de los bienes que me han sido otorgados temporalmente. El que no se veo como se pueda de ninguna manera o de ningún modo hacer más justamente, sino según el precepto de Cristo: «me haré amigo de sus pobres», y con el fin de que tal acción no temporalmente, sino continuamente sea desarrollada, sustentaré con mis riquezas a aquellos que se recojan en profesión monástica».

Historia de la Iglesia. Época Medieval Tercera parte: Cluny y la Era Pregregoriana (s.f.). Recuperado de: http://www.mercaba.org/FICHAS/IGLESIA/HT/4-01_capitulo.htm